El Tiempo De Tu Vida

Por Martin Keogh

Traducción: Gabriela Entin

Hace poco tiempo regresé al sudeste donde enseñé un seminario de fin de semana de Contact Improvisación en Washington D.C., y en Richmond, Virginia. Yo había enseñado en estas comunidades muchas veces anteriormente y no quería hacer mi material ya “probado y comprobado”. Para desafiarme a mí mismo y a mis estudiantes, creé un tema en el cual me era necesario crecer. El seminario se tituló: El Tiempo de Tu Vida. Esta era la descripción:

En este seminario de 4 días usaremos el aprendizaje del Contact Improvisación para investigar nuestra relación con el tiempo. Con juegos, un poco de sudor, y la particular fisicalidad de la forma de Contact Improvisación, nos preguntaremos:

  • ¿Cómo nos relacionamos con el hecho de tener sólo una cantidad limitada de tiempo?
  • ¿Qué significa tener “suficiente” tiempo?
  • ¿Cómo podemos dilatar el tiempo poniendo nuestra atención en los detalles?
  • Estas preguntas surgirán a medida de que dominamos las habilidades y emociones de la forma del Contact. Pondremos especial énfasis en dejarnos sorprender en vuelos y en el fluir con continuidad.

Estaba interesado en ver si podíamos tener una experiencia del paso del tiempo que fuera kinestética más que conceptual. Mi meta era mantener nuestra exploración experimental y basada en la sensación. Quería ver, si al dilatar nuestra atención para registrar los detalles de cada movimiento, el tiempo parecería pasar más lentamente.
Siempre estuve interesado en el tiempo. Viví 5 años de chico en México y regresé allí en 1997 para vivir durante una temporada de tres años. El tiempo en México es diferente; es más lento, como si se moviera en un pausado gran arco. En los Estados Unido, especialmente en el norte, parece que casi nunca el tiempo es suficiente. Hay una sensación de que la gente está hambrienta de tiempo – apurada, con demasiado para hacer, estresada, sobrecargada, tensa. Como si estuviera a mucha altura y le faltara el aire, la gente se desespera por el tiempo. En una tierra rica en parafernalia y estimulación, somos pobres en lo que respecta al tiempo.

Con frecuencia comienzo mis clases diciendo: “No hay ningún apuro, no hay ningún lugar a donde ir, no hay nada por hacer. Hoy tenemos tiempo de sobra”. Por lo general a esto le siguen suspiros y hombros que caen un centímetro o dos. Tendemos a agarrarnos al tiempo, tratando de guardar tanto dentro de él que, simplemente, el escuchar que hay suficiente tiempo, nos permite empezar a relajarnos.
Yo solía quejarme en clase porque deseaba tener más tiempo. Luego me di cuenta de que era víctima de querer demasiado. Ahora mi mantra es: “Hacé menos”. Ya sea que tenga un seminario de ocho horas o una clase de cincuenta minutos, tengo tiempo de sobra. Normalmente saco los relojes del salón de modo que podamos salir del tiempo del reloj y entrar en el tiempo del cuerpo.

En el seminario El Tiempo de Tu Vida, yo comencé preguntándoles a todos cómo se relacionan con la idea de que tenemos siete horas juntos. ¿Creen que este tiempo se expande como una línea recta o una línea curva? ¿Cómo sienten esto? ¿Tienen una imagen del tiempo? ¿O lo sienten cinéticamente? ¿Tiene el tiempo una textura? ¿Es como un terciopelo, una cascada, una ortiga, o es rugoso como papel de lija?
Luego hicimos un ejercicio de atención que sirve para aquietar la mente y estar presente. Rodeamos un pulgar con toda la otra mano. Dejando que las manos descansen en el regazo, buscamos sentir el pulso en el pulgar. Cuando encontramos el pulso, contamos de diez a cero los latidos del pulso, y luego sentimos unos latidos más. Cambiamos al otro pulgar. Retrocediendo y avanzando lo repetimos con cada dedo hasta el meñique.

Descubrí que esta simple conciencia de un ritmo interno permite que algo en el centro se calme y que la mente se aquiete. También es una maravillosa forma de quedarse dormido a la noche cuando el “Grinch” mental te quiere mantener despierto.

La mayoría de la gente “ve” al tiempo como moviéndose en una dirección. Adelante de nosotros está el futuro; detrás nuestro está el pasado. Escuchamos frases como: “Esto quedó atrás ahora”, y “Ya veremos que viene en adelante”. Siento que esta difundida “visión” del tiempo tiene un efecto sobre nuestras danzas. Hace que nuestros movimientos sean más lineales y simétricos y menos esféricos y multifacéticos.

Yo le sugerí a la clase que imaginen que el tiempo llega a nosotros de todas direcciones, desde la totalidad de la esfera al mismo tiempo, y desaparece hacia el pasado dentro nuestro. El tiempo nos rodea – somos consumidores de tiempo; lo ingerimos.

Usamos la imagen del tiempo que viene de todas direcciones como un modo de meditar sobre la puerta dentro de nuestro, donde el tiempo atraviesa desde el futuro, desde el afuera, hasta el pasado, en el adentro. Nos sentamos en la “cúspide” del tiempo. Este leve cambio en nuestra visión del tiempo de lineal a esférico tiene el efecto de cambiar nuestra percepción del tiempo de visual a cinético. Mientras meditamos sobre el paso del tiempo, jugamos con poner la puerta por donde pasa el tiempo hacia el pasado, en el cerebro, en el corazón, en la panza, en la ingle y en la piel. Nos hacemos porosos al tiempo, sintiéndolo mientras entra en nosotros.

Desde este lugar de conciencia, de sentir al tiempo en movimiento, comenzamos a mover nuestro cuerpo. Dejamos que la velocidad del tiempo nos mueva. Llenamos nuestras naves con tiempo, buscando el lugar en el que el movimiento era menos forzado.

Cuando una persona grita en un cañón, cada barranco tiene su propio tono en el cual un eco vuelve con más claridad. Del mismo modo, cada persona tiene un ritmo en el cual se puede mover con lucidez y claridad. Ellos no se mueven voluntariamente sino que permiten que la velocidad los mueva. Las personas se pueden mover durante un largo rato una vez que encuentran ese ritmo. Entonces, durante media hora, una hora, en la clase, nos movimos, viajando el borde del tiempo.

Este trabajo evolucionó hacia las parejas. Con la nueva información y la complejidad de la relación que emerge del trabajar en pareja – expectativas y juicios y reacciones – se hacía difícil mantener nuestra atención en el paso del tiempo. Nos tuvimos que desacelerar. Llevó práctica aquietarse internamente lo suficiente para poder mantener un estado donde pudiéramos experimentar cinéticamente la danza con nuestro compañero mientras el tiempo pasaba en el cuerpo. En este punto, el seminario dio un vuelco y el foco era cómo estar en ese lugar interno de calma mientras bailamos en una variedad de dinámicas.

Segunda Parte: El Arte de Esperar

Le dije a mi alma, aquiétate, y espera sin desear
porque el deseo sería deseo de lo incorrecto;
Espera sin amor
porque el amor sería amor por lo incorrecto;
Sin embargo hay fe
pero la fe y el amor y el deseo
están todos en la espera;
Espera sin pensamientos,
porque no estás listo para el pensamiento;
Así la oscuridad será la luz
y en la quietud la danza.

– T.S. Elliot

Trabajar con el tiempo nos lleva por un camino inesperado hacia el acto de esperar. Yo he experimentado que la gente que trae la más amplia paleta de colores a la danza de Contact parece traer una hebra de calma al corazón de su movimiento, una calma. Hay una sensación de que en medio de la velocidad y la acción, en el centro del huracán de actividad, existe un ojo calmo. Tengo la sensación de que hay un lugar en estos bailarines que está en el acto de esperar.

La definición del diccionario de “esperar” es, en parte, algo así: “Estar disponible o preparado, esperar con entusiasmo, estar o descansar expectante, servir o escoltar, especialmente como una señal de respeto, sobrevolar la tierra hasta que aparezca la presa. Etimológicamente: Alemán antiguo: estar muy despierto”

Yo relaciono esperar con estar “muy despierto” y “preparado”. La idea de “sobrevolar la tierra hasta que aparezca la presa” también complace a mi imaginación. El acto de esperar es el acto de elevarse, los ojos ampliamente abiertos.

Yo he estado buscando esta calmada hebra en el corazón por mucho tiempo. Cuando yo estaba en la década de los veinte, lo que me parece fue hace una eternidad, viví años en Centros Zen y visité monasterios en el Lejano Oriente. Esto incluía una práctica de meditación diaria y un retiro mensual. Lo que encontré fue que mi mente ama moverse y no es afín a sentarse en quietud.

Cuando descubrí el Contact Improvisación, sentí como si hubiera entrando en una casa conociendo donde estaban los muebles – sentí que estaba en mi hogar. Renuncié como director del Empty Gate Zen Center en Berkeley, dejé mis hábitos y mis cuencos, y me comprometí con la danza. Mi constitución encontró más fácil aquietarse en movimiento que tratando de mantener la quietud con mi trasero sobre el almohadón.

Cuando dejé el Centro Zen, quise continuar con cierto tipo de práctica regular. Sabiendo que el movimiento era más fácil para mí, decidí hacer yoga. Pero encontré una resistencia hacia la larga rutina que nunca pude sostener. Después de una década de entrar y salir de la práctica, me pregunté, ¿porqué me estoy torturando con esto? ¿Cómo puedo encontrar un camino más fácil? Jugué con diferentes formatos hasta que descubrí que podía hacer seis minutos de yoga cada mañana. Seis minutos. Funciona. Lo hago con alegría. Parece que podría hacer aún más, y al día siguiente estoy contento de volver. Y luego de muchos años, aquellos seis minutos han sumado en tiempo y efecto.

En esta investigación sobre lo que funciona para hacer de esta mente ocupada, como la mía, una más calma, he encontrado otros métodos como la meditación de los dedos que describí antes. La mayoría de estas simples meditaciones enraízan a la persona en algún lugar del cuerpo y los sentidos:

  • escuchar el sonido más lejano / escuchar el sonido justo en el oído
  • respirar por la boca y la nariz simultáneamente
  • una lenta y suave auto caricia
  • la “pequeña danza” de pie
  • conciencia de la transición entre la exhalación y la inhalación, y en la transición entre la inhalación y la exhalación

Otra de mis favoritas que aprendí con un maestro de meditación Vipassana, Jack Kornfield – la meditación de la pasa. Tomá una pasa y sostenela en tu mano. Sentí su peso. Con un dedo, sentí la textura y la densidad de la piel y la pulpa. Ponela en tu nariz y tomá conciencia de la topografía del olor de la pasa. Mirá sus valles y cimas, los reflejos y grietas oscuras. Luego ponelo en tu boca, cerrá tus ojos, y tomate un par de minutos para tener la experiencia plena de comer una pasa. Registrá la trayectoria de su sabor mientras explota, el flujo de saliva, y la forma en la que la química del cuerpo cambia su sabor. Registrá el resabio y el eco del resabio.

Hacer este ejercicio de atención como calentamiento de la clase abre el cuerpo y sus facultades hacia el Contact Improvisación. Mientras los sentidos se despiertan y se abren, las articulaciones se lubrican, creando una voluntad de estar comprometido con la sensación mientras comenzamos con el movimiento.

Comenzamos la segunda tarde con las pasas. Es importante mantener la conciencia del resabio por lo que nos enseña acerca de esperar. Cuando yo bailo con alguien que tiene la lúcida cualidad de la espera, registro que mientras se mueven tienden a generar desde donde acaban de estar. Ellos están aún saboreando o escuchando el eco de lo que fue. Como su compañero de danza, tengo la oportunidad de relacionarme con un amplio rango de posibilidades – adonde el movimiento parece ir, donde está en el momento, o, simplemente, donde acaba de estar.

Para crear una imagen de esto: imaginen que están bailando con un compañero y que ambos están de pie y en contacto físico. Tu compañero comienza a plegarse hacia la tierra, arrugándose suavemente en los tobillos, rodillas y pelvis. Pero mientras él se pliega hacia abajo mantiene una mano elevada al nivel de tu pecho. A esta altura, él podría continuar hacia el suelo o, centrándose en la mano que deja atrás, espiralar para volver a pararse. Como su compañero, tenés la opción de relacionarte con su destino hacia el suelo, con el mismo movimiento de caída, o con la mano que ha quedado hacia arriba en el aire en tu pecho. Debido al hecho de dejar algo detrás, su movimiento abre tus opciones y las suyas. En cada momento, hay una sensación de relajación en la miríada de posibilidades. Y en esta abundancia de opciones, en esta generosidad de posibilidades, la cúspide del presente se amplía. El momento se hace más vivo en todo lo que ofrece.

Cuando aparecen miríadas de posibilidades en cada momento, las oportunidades para la autocrítica desaparecen. Vos estás menos propenso a pensar, “Oh, me perdí esta”, porque hay muchas más que “una” para elegir. El camino que finalmente tomás es simplemente tu contribución a la danza, y estás menos atrapado en las ideas de correcto o incorrecto.

Por años me he preguntado cómo yo, cómo una persona, puede incrementar su capacidad para estar en este corazón de quietud. Lo que descubro cada vez más es la necesidad de abandonar el control voluntario, soltar las riendas, permitirle al cerebro animal y corporal tener una voz más fuerte. Hay un indicador interno que demanda resolución, una resolución fija e inmodificable. Él quiere un único cuadro del río en lugar de dejar fluir al río. (Mi dictador interno también quiere que las clases que enseño sean entretenidas.) ¿Cómo mejoramos nuestra capacidad para vivir en lo irresuelto?

James Hillman habla de este estado cuando escribe:

Cosechar esta recompensa requiere aprender a aceptar un SER que se mantiene ambiguo sin importar que tan cerca se lo examine.

Fluido, activo, lleno de contradicciones irresolubles, así es la naturaleza del SER para mantenerse más allá de las demandas de la voluntad del ego de un sistema lógicamente coherente.

Es como hacer dedo al borde del camino. No sabés si vas a conseguir que te lleven en los próximos minutos o en los próximos tres días. Es arrojarte a ti mismo a tu destino – en parte es optar y en parte es rendirse.

En el segundo fin de semana del seminario, bailamos con la idea de dejar algo detrás mediante el trabajar con la idea de fluir – permitiendo a cada movimiento, cada momento, ser la semilla del siguiente. Intentamos calmar nuestra voluntad consciente e inconsciente permitiéndole a cada instante fluir hacia el siguiente. También hicimos ejercicios para construir nuestra capacidad de estar en la desorientación mediante el fluir, en lugar de re-centrarnos, aún al estar fuera de equilibrio, en la altura, o en un momento de gran regocijo. Especialmente en esos momentos, tratamos de dejar algo detrás, estar calmos en el corazón, continuando con una sensación de sobrevolar la tierra, buscando la presa – esperando.

¿El tiempo se hizo más lento durante esos dos fines de semana? ¿Nuestra atención enfocada nos ha dado más día? La cualidad esférica de nuestro tiempo hizo que las coyunturas presentes parezcan más amplias, como si hubiera más opciones, más experiencia empaquetada en cada momento. Pero al final de cada día, todos estuvimos sorprendidos de que nuestro tiempo se terminara tan rápido.